Creo que, dentro de la disciplina del urbanismo, al término «feminismo» le puede estar empezando a ocurrir lo mismo que al término «sostenible», todo lo es y nada no lo es al mismo tiempo. Es decir, qué ciudad (occidental) hoy en día no es o no apuesta por ser sostenible… y ahora también, por ser feminista. Pero, ¿qué ciudades son de verdad alguna de esas dos cosas?
Recientemente he podido leer el libro de Urbanismo Feminista: por una transformación radical de los espacios de vida, del Col·lectiu Punto 6, con el que pretendía asimilar y utilizar correctamente dicho concepto (que ojo, no hay que confundir con el de «urbanismo con visión género»). De partida, aclaro que no pretendo hacer una crítica o reseña de dicho libro (cuya lectura recomiendo, por supuesto), solo lo nombro porque si que ha sido la inspiración de este artículo.
Os dejo también, por si no habéis leído el libro y para que tengáis algo de contexto, un video en donde, muy resumidamente, algunas miembros de dicho colectivo explican el concepto de Urbanismo Feminista, y nombran las cualidades con las que trabajan a la hora de pensar los espacio público.
Y si no podéis ver el video, os dejo a continuación las cualidades urbanas que citan en él (creo además, que cada uno de ellos daría para un buen artículo):
- Proximidad.
- Diversidad.
- Autonomía.
- Vitalidad.
- Representabilidad.
Criterios Feministas
Como arquitecto urbanista, a la hora de trabajar me gusta diferenciar las parte de mis proyectos que son discrecionales (decisiones basadas en criterios objetivos) y las que son arbitrarias (decisiones basadas en criterios subjetivos).
Dentro de los criterios objetivos encuadro por ejemplo el factor económico (buscando la máxima rentabilidad de los recursos públicos), el factor medioambiental (eligiendo de forma responsable las técnicas y materiales), el factor paisajístico (respetando las atmósferas urbanas), el factor patrimonial (incluyendo el patrimonio inmaterial), y el factor social (entendido de forma general como la búsqueda del bien común).
Y es sobre este último sobre el que he querido reflexionar a partir del concepto de Urbanismo Feminista. Cuya posible interpretación, desde mi punto de vista, podría ser que en vez de partir de que el bien común es lo mejor para la mayoría (basándose en una persona conceptual estereotipada, o «modélica»), partir de que el bien común es la suma de lo que es mejor para cada una de las minorías que componen al conjunto de la sociedad (chequeando y ajustando el modelo urbano para cada una de ellas).
De hecho, en parte ya se hace, y un ejemplo de ello es la accesibilidad. Las personas con dificultades auditivas o visuales, o quienes tienen que ir en silla de rueda, no son la mayoría, sin embargo, las aceras y los semáforos están adaptándose a ellos (a medida que va regenerando la ciudad). Se utilizan pavimentos guías, rampas o señales auditivas… son un ejemplo de como diseñar para unos pocos redunda en el beneficio de todos.
Por supuesto, plantearlo así es mucho más complejo, dado que con toda seguridad los intereses y necesidades de todas las minorías podrán ser diferentes y contrapuestas entre si, y habrá que discutir a fondo sobre cuales deben prevalecen en cada caso.
Por otro lado, este urbanismo tan al detalle no debe de enfrentarse con la capacidad de la mirada de conjunto de ciudad que puede aportar un arquitecto. La ciudad no puede ser el conjunto de lo que cada barrio decida ser por su cuenta, debe haber líneas directoras.
Una propuesta personal
El urbanismo feministas es de por si, según el citado libro, una propuesta radical (ya que propone la ruptura con el modelo actual) y anticapitalista (aunque no termine de proponer un sistema alternativo). Una postura que personalmente no comparto, aunque la respete (por valiente).
Por eso, os dejo los puntos que yo he tomado de este libro y que creo que puedo añadir a mi forma de trabajar y de entender el urbanismo.
- Comenzar desde una perspectiva ecologista. Se parte de que hay que pensar el medio urbano sin desvincularlo del medio rural y natural, ya que estas no son ajenas entre si (aunque dependerá de la escala de la intervención). Ser conscientes del inevitable impacto ambiental que supone la actividad humana globalizada y tratar de buscar la sostenibilidad de un modelo urbano que ayude a equilibrar el modelo capitalista en el que vivimos.
- Hacer una ciudad de todos. La hacemos para todos reconociendo que vivimos en una sociedad heterogénea en la que debemos convivir personas que actuamos y pensamos de forma diferente (ya sea por edad, sexo, origen, orientación, renta, creencias, etc.), y la hacemos entre todos abriendo la participación y la toma de decisiones a todas las personas que la habitan (ya sean técnicos o no). Sin olvidar que al final la responsabilidad de la formalización y de la viabilidad de las actuaciones debe recaer sobre los políticos, técnicos y operarios cuyo trabajo diario consiste en transformar la ciudad buscando el bien común.
- Hacer una ciudad habitable. Es decir, una ciudad saludable (con todo lo que incluye este término) y segura para todos sus habitantes (especialmente para las personas más vulnerables). Entendiendo que se habita simultanea y alternativamente tantos los espacios públicos como los privados (por tanto, ambos deben ser saludables y seguros).
- Hacer una ciudad flexible al paso del tiempo. Una ciudad capaz de adaptarse al cambio de las personas (especialmente a los cambios de etapas y circunstancias vitales).
- Hacer una ciudad inclusiva. Una ciudad que trate de minimizar el impacto de las desigualdades económicas y sociales (a veces imposibles de evitar), y que promueva los valores de la igualdad, la tolerancia y la convivencia frente a comportamientos violentos y/o que promuevan el odio: machismo, racismo, clasismo, homofobia, xenofobía, etc.
- En conclusión, hacer una ciudad responsable que mire por TODOS sus habitantes, independientemente de la función que ejerza que cada una de ellas. Y que se responsabilice de lo que es y que asuma su papel en la resolución de los problemas que se generan en ella o por su casa.
A modo de conclusión final, creo que se debería trabajar con el mismo esfuerzo en hacer que las ciudades sean más responsables con las personas que la habitan, como el que se invierte en hacerlas más inteligentes (smart cities), o más viables económicamente.